domingo, 24 de junio de 2012

To Kill A Mockingbird (Matar un ruiseñor) - (1962) - (Director: Robert Mulligan)


To Kill A Mockingbird
Duración: 129 min.
Año: 1962
País: EE.UU.
Dirección: Robert Mulligan.
Reparto:
Gregory Peck, Mary Badham, Phillip Alford, Robert Duvall, John Megna, Frank Overton, Brock Peters.
Argumento: Harper Lee (Novela "To Kill A Mockingbird").
Guión:  Horton Foote.
Música: Elmer Bernstein
Fotografía:  Russell Harlan.

PREMIOS:



1962: 3 Oscars: Mejor actor (Gregory Peck), guión adap., dirección artística. 8 nominaciones.
1962: Festival de Cannes: Nominada a la Palma de Oro (mejor película).
1962: Premios David di Donatello: Mejor actor extranjero (Gregory Peck).

SINOPSIS:
En la época de la Gran Depresión, en una población sureña, Atticus Finch (Gregory Peck) es un abogado que defiende a un hombre negro acusado de haber violado a una mujer blanca. Aunque la inocencia del hombre resulta evidente, el veredicto del jurado es tan previsible que ningún abogado aceptaría el caso, excepto Atticus Finch, el ciudadano más respetable de la ciudad. Su compasiva y valiente defensa de un inocente le granjea enemistades, pero le otorga el respeto y la admiración de sus dos hijos, huérfanos de madre.

COMENTARIOS:
Dijo Kubrick que prefería adaptar libros de baja calidad, para que la gente no saliera del cine diciendo que “el libro era mucho mejor”. No pensó lo mismo el productor Alan J. Pakula cuando descubrió el libro 'Matar a un ruiseñor', de Harper Lee, al poco tiempo de su publicación, y se dio cuenta de que era un excelente material que podría dar lugar a una gran película. La autora recuperaba en tono nostálgico episodios de su infancia, y de su amigo el escritor Truman Capote. Pakula y el director Robert Mulligan tuvieron la suerte de llegar a un acuerdo con la escritora justo antes de que ésta ganara el premio Pulitzer, lo que habría encarecido el precio. Pakula encargó el guión al dramaturgo Horton Foote, autor de 'The Chase', obra en que se basó La jauría humana. Cuando Pakula llevó el guión a los ejecutivos de Universal, éstos no parecían excesivamente convencidos. Por suerte, el hábil productor había conseguido que le llegara una copia del guión a Gregory Peck. Éste se sentía tan identificado con el personaje, que los estudios dieron luz verde al proyecto. Entre los miembros del reparto destaca la presencia de Robert Duvall, que debutaba en la gran pantalla.
El equipo de producción organizó un casting en diferentes pueblos del sur, para encontrar a unos niños similares a los de la novela. Entre miles de candidatos seleccionaron al joven Phillip Alford (Jem), y a la niña Mary Badham (Scout), hermana de John Badham, el director de Juegos de guerra. Ambos conectaron a la perfección con Gregory Peck, lo que explica que en la pantalla éste parezca realmente un padre que se toma tiempo e interés por educar a sus hijos. “Cuando yo iba creciendo, me acordaba de las lecciones sobre la vida que me daba Gregory Peck en la película”, recordaba años después Mary Badham, que iba regularmente a jugar con los hijos de los Peck a su casa.
Frente a tantos autores que se desentienden de las adaptaciones de sus obras al cine, Harper Lee estaba tan entusiasmada que decidió pasarse por el rodaje. Al propio Gregory Peck le gustaba rememorar el encuentro: “Me fijé en que la autora estaba detrás de la cámara, mirándonos actuar. Creí haber visto un brillo en sus mejillas. Me sentí satisfecho, porque parecía emocionada. Al acabar la toma, me acerqué a ella y le dije que me parecía que sus mejillas brillaban. Me dijo, entre lágrimas, que le estaba trayendo muy buenos recuerdos: ‘Es que tienes la misma barriguita que mi padre’, me explicó la escritora. Cuando vio la película montada, Harper Lee estaba tan contenta que le regaló a Gregory Peck un reloj que había pertenecido a su padre. “Me recuerdas tanto a él que quiero que lo tengas tú”, le dijo. El regalo tiene más valor, si cabe, porque según se deduce del libro y de la película, era el único objeto de valor que poseía su padre. Gregory Peck lo llevaba en el momento en que recibía de manos de la actriz Sophia Loren -su compañera en Arabesco-, el único Oscar de toda su carrera. El filme triunfaba asímismo en la categoría de guión adaptado.
 Gregory Peck siempre dijo que se trataba de su película favorita. El actor encarnó como nadie en la pantalla la figura paterna idealizada que todo el mundo tiene en la memoria. Enseña a sus hijos con cariño y con su propio ejemplo valiosas lecciones sobre la integridad humana, el sentido del deber, la justicia, la familia, y la importancia de vivir en comunidad y de aportar algo a la misma. Sus niños aprecian el esfuerzo, pero sólo con el paso del tiempo entenderán el verdadero legado de su padre.
Es muy complicado hacer una película con mensaje y que no parezca un panfleto. Generalmente, el público asiente ante lo que se le dice, mientras bosteza porque como obra de ficción no entretiene. Afortunadamente, "Matar a un ruiseñor" alcanza altas cotas de calidad junto con sus ideales, en una simbiosis perfecta que también tenían "Los Simpsons" en sus primeras temporadas.
El guión tiene una alquimia muy especial, principalmente, sin desmerecer al resto del reparto, por un Gregory Peck que se echa la cinta a sus espaldas, ¿se imaginan que Atticus no fuera él? Probablemente no perdonaríamos un nombre tan feo para un protagonista. Pero él lo hace entrañable y lo dota de muchísimas aristas.
Hoy su trama puede parecer casi ciencia ficción, pero no olvidemos que fue rodada en los 60, cuando un jugador como Bill Russell era un héroe para la NBA...pero que no podía encontrar hoteles donde convivir con sus compañeros blancos. El tema racial llegó a cotas increíbles, una herida no cerrada hasta la Guerra Civil entre Norte y Sur. Por ello, que nadie dude que el desprecio que el pueblo siente hacia Atticus por defender a un hombre de color, se hubiera dado en muchos lugares de la geografía estadounidense.
El valiente abogado tiene que dar un salto de fe que lo saca de su gris viudedad y monotonía, granjeándose muchas enemistades, pero gozando del apoyo de los niños del pueblo, pues quizás esa sea la gran lección de "Matar a un ruiseñor", un guiño a la edad de la inocencia y una oda a los abogados de causas perdidas.


Calificación: Obra maestra.

Tráiler:

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