sábado, 7 de julio de 2012

Les choristes (Los chicos del coro) - (2004) - (Director: Christophe Barratier)





TÍTULO ORIGINAL: Les choristes

AÑO: 2004
DURACIÓN: 95 min.
PAÍS: Francia.
DIRECTOR: Christophe Barratier.
GUIÓN: Christophe Barratier & Philippe Lopes-Curval.
MÚSICA: Bruno Coulais & Christophe Barratier.
FOTOGRAFÍA: Carlo Varini & Dominique Gentil.

REPARTO:
Gérard Jugnot, François Berléand, Jean-Baptiste Maunier, Jacques Perrin, Kad Merad, Marianne Basler, Maurice Chevit, Paul Chariéras, Marie Bunel, Jean-Paul Bonnaire

PREMIOS:
2004: 2 nominaciones al Oscar: Mejor película de habla no inglesa, canción original.
2004: Globos de Oro: Nominada Mejor película de habla no inglesa.
2004: 3 nominaciones BAFTA: Música, película de habla no inglesa y guion adaptado.
2004: Nominada al Goya: Mejor película europea.
2004: 2 premios Cesar: Mejor música, sonido. 8 nominaciones.
2004: Nominada al David de Donatello: Mejor película europea.

SINOPSIS:
Año 1949. Clément Matthieu, un profesor de música con dificultades para encontrar trabajo, es contratado en un internado de chicos difíciles, donde mano dura y disciplina son las únicas consignas educativas del director Rachin. El recién llegado, un alma sensible imbuido de buena pedagogía, pondrá todo su empeño en ganarse la confianza de los chavales. No permitirá, desde luego, que le tomen el pelo. Pero procurará inculcarles lecciones de tono humano y lealtad, de no ponerles en evidencia innecesariamente, que poco a poco irán calando en ellos. También ayudará, y mucho, su empeño por formar un coro, lo que a los chicos les hará descubrir la belleza de la música, y por extensión, la del mundo que les aguarda más allá de los muros de su escuela.

COMENTARIOS:

Para dirigir su primer largometraje, el francés Christophe Barratier se ha inspirado en “La cage aux rossignols” –o sea, ‘la jaula de los ruiseñores’– de Jean Dréville, un título de 1945 que marcó su infancia. De hecho, la historia toma elementos autobiográficos, pues el director sufrió el divorcio de sus padres, y fue enviado a un internado; y es guitarrista clásico, una formación que recibió en la École Normal de Musique de París. Y el caso es que Barratier entrega un film que reconforta, acerca de la capacidad del ser humano para sobreponerse a las circunstancias más difíciles, siempre que se cuente con una mano amiga capaz de guiarte, en este caso la del entregado profesor Matthieu. Barratier y el coguionista Philippe Lopes-Cuvas se las arreglan para no ser maniqueos, y saben retratar a un Rachin con matices, convencido inicialmente de que los chavales son incorregibles, pero que también siente la influencia positiva de Matthieu. Ninguno de los chavales es perfecto, el director sabe mostrar los puntos que les hacen sufrir (la visita que nunca se produce de los padres, las dudas sobre el maestro que podría pretender a la madre viuda de buen ver…), y describe el caso de uno concreto, hundido casi sin remedio en un cenagal de brutalidad y delincuencia.
Papel estelar en el film juega sin duda la música de Bruno Coulais, sencillamente fascinante. Los temas de la película están grabados por los Petits Chanteurs de Saint Marc en Lyon, y de hecho el solista y actor principal entre los críos, Jean-Baptiste Maunier, es uno de los chicos de ese coro. Una de las canciones, “Vois sur ton chemin”, logró estar nominada al Oscar. Una maravillosa historia de empeño personal para dar aquello que uno tiene y lo quiere hacer producir y contagiar en otros a pesar de los obstáculos que surjan.
Nos centramos en una película maravillosamente ambientada, un filme de época que tiene como objeto la reflexión profunda sobre los métodos de enseñanza y la forma de llegar a los educandos.
En forma paralela Christophe Barratier nos plantea dos modelos antagónicos de enseñanza que obviamente tendrán disímiles resultados: por un lado un modelo opresor e incomprensivo reflejado en el director del internado, y por el otro un método de enseñanza más humanizado y abierto a darle mayor participación a los alumnos, mediante la comprensión.
Es un filme hermoso desde la profundidad del discurso que propone, no obstante considero que está basado en una gran licencia poética, todo el filme está sustentado en una hermosa utopía, la de lograr el éxito y mejorar a los internos en su formación y en lo que verdaderamente son como personas.
Si analizamos este filme desde el aspecto lógico, obviamente encontraremos que hay muchas situaciones que no se darían en la cotidianeidad de la vida de la forma en que se plantean en el filme.
No obstante, es tolerable dada la finalidad del filme, justifico que algunas situaciones sean demasiado improbables de ocurrencia, sobre todo si se crea un filme tan sensible como emotivo, que a muchos seguramente le sacará muchas lágrimas.
Una película muy poética, que quizás tenga aporte de realismo, pero el mismo está distorsionado como consecuencia de que el director opta por darle un toque de lirismo a cada situación en sí, lo cual combinado con la crudeza de los temas que aborda, brinda una combinación justa y efectiva.
Es un filme para vivirlo intensamente, no podemos mantenernos ajenos al contenido que se difunde en cada fotograma, hay que vivirla con mucha energía y los efectos se verán enseguida.
Un filme para disfrutarlo, sentirlo muy dentro y reflexionarlo para sacar conclusiones sobre una situación muy particular dentro de un contexto de hostil y retrógrado.
En definitiva, una película entrañable que llega directo al corazón y que sin lugar a dudas nos mueve y posiciona en una actitud de cavilación sobre un modelo y una situación por demás de triste. En 1962, el director Yves Robert creó una conmovedora, entrañable a la vez que hermosa película sobre el maravilloso mundo de la infancia llamada “La Guerra de los Botones”. Viendo “Los Chicos del Coro”, es fácil caer en la nostalgia de dicho film. Sí que es cierto que la película que nos ocupa no está a la altura del trabajo que realizó Yves Robert, pero es muy probablemente que sea el mejor trabajo llevado a cabo que se acerque o se asemeje. Y lo más curioso, es que también se trata de una cinta gala. Parece ser que los franceses tienen un extraordinario don por resaltar los años tan felices e inolvidables de la infancia.
Es una de esas películas que trasciende su propia obra y que atrae todas las fuerzas positivas del bien que fluyen por el universo. Todo depende, claro está, de la capacidad de "ver" de quien la contempla. Un ciego, de una película, no podrá valorar más que los diálogos. Existe una ceguera para determinadas magnitudes de esta película, y de algunas otras, que impide a determinado público percibir. Al no percibir, el orgullo del crítico le mueve a "destruir", porque ignora su deficiencia visual, ni siquiera comprende que existe esa magnitud que es incapaz de percibir probablemente por razones genéticas o educativas. Esta película consigue transmitir las formas de una magnitud escasa en el cine, pero sublime y eterna.


Tráiler:

Calificación: Extraordinaria.


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