jueves, 6 de junio de 2013

Sobre los ritmos narrativos en el cine (On the narrative rhythms in film)

Sobre los ritmos narrativos en el cine



No me canso de insistir en la importancia (obvia) de la fluidez narrativa en el relato fílmico, como una de las claves fundamentales para que el mismo resulte atractivo. Pero hay ocasiones en que la experiencia personal brinda supuestos prácticos que pueden ilustrar el aserto teórico con una magnífica precisión: es el caso de dos de las últimas películas que he tenido ocasión de ver; dos películas completamente diferentes, con más de cincuenta años de diferencia en su realización entre ambas, pertenecientes a géneros distintos, y, como no podía ser de otra manera, insertas en contextos (geográficos y temporales) que nada tienen que ver el uno con el otro. Son, concretamente, 'Police, adjective' (2009), del rumano Corneliu Porumboiu  y 'El hombre que sabía demasiado' (1956), del británico Alfred Hitchcock.

Mientras la primera, cuya duración se acerca a las dos horas, se desenvuelve con una lentitud exasperante, de manera que, desde bien pronto, las miradas al reloj empiezan a producirse con cada vez menor frecuencia (síntoma inequívoco de aburrimiento...), la segunda, con una duración prácticamente idéntica (seis minutos más, para ser exactos), se pasa en un suspiro, de modo que, cuando uno repara en el tiempo transcurrido, se encuentra ya con los planos finales y al borde mismo del desenlace definitivo de la historia.
¿Dónde radica el fundamento de dos reacciones tan diametralmente opuestas ante los relatos en pantalla, más allá del interés que, en base a consideraciones personales, pueda causar en cada cual el contenido de las tramas? En el ritmo narrativo, amigos lectores. No sabría precisárselo con un desbroce pormenorizado, cronómetro en mano, del metraje de cada uno de los dos films, pero la experiencia directa es contundente en cuanto a sus resultados.

Si les apetece probar, permítanme un solo consejo: fíense de mis impresiones respecto a la primera —y así se ahorran su visionado...—, y sumérjanse a fondo en la segunda —el mago Hitch garantiza dos horas de placer cinéfilo de alto nivel—. Y, eso sí, cuéntenme después... 

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