lunes, 28 de mayo de 2012

Never Let Me Go (Nunca me abandones) - (2010) - (Director: Mark Romanek)




Título original: Never Let Me Go

AÑO: 2010
DURACIÓN: 103 min.
PAÍS: Reino Unido.
DIRECTOR: Mark Romanek.
GUIÓN: Alex Garland (Novela: Kazuo Ishiguro)
MÚSICA: Rachel Portman.
FOTOGRAFÍA: Adam Kimmel.

REPARTO:
Carey Mulligan, Andrew Garfield, Keira Knightley, Charlotte Rampling, Sally Hawkins, Izzy Meikle-Small, Charlie Rowe, Ella Purnell, Nathalie Richard, Andrea Riseborough, Domhnall Gleeson, Oliver Parsons.

SINOPSIS:

Adaptación de una novela de Kazuo Ishiguro, el autor de "Lo que queda del día", que también fue llevada al cine por James Ivory en 1993. Kathy, Tommy y Ruth pasan su infancia en Hailsham, un internado inglés aparentemente idílico, donde descubren un tenebroso e inquietante secreto sobre su futuro. Cuando abandonan el colegio y se aproximan al destino que les aguarda, el amor, los celos y la traición amenazan con separarlos.

COMENTARIOS.

Es una idea muy atractiva para novelistas, guionistas e inventores de historias, el centrarse en seres creados científicamente por el hombre, criaturas que deberían ser insustanciales, pero que terminan desarrollando emociones. Tiene un gran potencial para la metáfora y para el drama. El replicante Roy, en "Blade Runner", puede parecer un monstruo, pero sus pensamientos antes de morir tienen una humanidad desgarradora. Los "replicantes" de "Nunca me abandones", no han visto la Puerta de Tannhäuser, no han estado en Orión ni conocen los rayos C, pero han experimentado cosas igual de gordas, como por ejemplo el amor.

La película tiene como acierto hacer un planteamiento de la historia desde el punto de vista de esos seres supuestamente neutros. Eso favorece la omisión de mucha información científica y filosófica, y orienta al espectador hacia la observación de lo que esos seres son y sienten a lo largo de su existencia. El resultado es una película de una amargura permanente en la cual planean nubarrones de cabo a rabo, sin concesión a la más escueta chispa de alegría. Y es que la primera reflexión que puede suscitar esta película, extrapolable a otros ámbitos, es que hace falta un intangible esencial para que la vida tenga sustancia: futuro.
La película se centra en el periplo de esos seres con fecha de caducidad, fabricados para ser sacrificados como ganado. Lo que más sorprende es que con el avance de la historia uno descubre que son seres primarios, incapaces de contestar su destino. Son, sin embargo capaces de soñar, de comprender su cometido vital, de sentir miedo, celos y envidia, de generar su propia identidad. Con semejante material "humano", el drama está servido.
Más allá de la experiencia estética que supone contemplar Nunca me Abandones, la visión de esta película tiene la función de un espejo, que nos mostrase cómo somos, cómo seremos y cómo hemos sido a través de un relato, minimalista, sencillo, retrofuturista... y profundamente desolador.
Es evidente que Kazuo Ishiguro escribió una obra maestra con Nunca me Abandones. La historia es una aproximación casi filosófica, que hurga en el interior de sus protagonistas para explorar los límites de la moralidad de un mundo deshumanizado, que no tiene problema en volver la vista si se supone que un sacrificio es para un bien mayor. También explora sobre el sentido que puede tener el amor como elemento salvador, catalizador, y del arte como expresión del alma humana.
No sorprende, pues, que una película tan perfecta, tan emocionante, tan profundamente educativa, haya sido ninguneada en su promoción y por un sector de la crítica y el público, que ha sido incapaz de comprender la tesis de una historia que no da todo masticado, que sugiere más que muestra, que deja un lugar para la imaginación, que es capaz de insertar mensajes subliminales de la propia historia en sus imágenes sin que resulte evidente. Que es elegante hasta decir basta y que consigue que con una sola mirada de cualquiera de sus actores, la historia al completo atraviese a cualquier espectador mínimamente sensible.



Tráiler:

Calificación: 4 de 6.

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