miércoles, 9 de abril de 2014

One-Eyed Jacks (El rostro impenetrable) - (1961) - (Director: Marlon Brando)




El rostro impenetrable
Título original: One-Eyed Jacks (One Eyed Jacks)
Año: 1961
Duración: 141 min.
País: Estados Unidos.
Director: Marlon Brando.
Guión: Guy Trosper, Calder Willingham (Novela: Charles Neider)
Música: Hugo Friedhofer.
Fotografía: Charles Lang Jr.
Reparto:
Marlon Brando, Karl Malden, Pina Pellicer, Katy Jurado, Ben Johnson, Slim Pickens, Larry Duran, Sam Gilman, Timothy Carey, Miriam Colon, Elisha Cook Jr., Rodolfo Acosta, Hank Worden
Género: Western.
Sinopsis:
Johnny Río (Marlon Brando) es un pistolero que ha sido traicionado por su mejor amigo, Dan Longworth (Karl Malden). Por su culpa, Johnny Río ha tenido que pasar cinco años en una prisión de Sonora. En ningún momento ha dejado de pensar en la venganza. Ahora que por fin ha conseguido la libertad, se pone a la búsqueda de Longworth, que se ha convertido en el respetable sheriff de Monterrey. Johnny seduce a la hijastra de Longworth, Louisa, interpretada por Katy Jurado, sabiendo que de esta manera le irritará. Para separarle de Louisa, Longworth encierra a Johnny Río en la cárcel, decidido a llevarle a la horca bajo la acusación de asesinato y robo al banco. Pero Johnny recibe la ayuda inesperada de Louisa, y consigue huir. Su odio mutuo sólo puede liquidarse en un enfrentamiento a vida o muerte, en pleno desierto.

 



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‘El rostro impenetrable’ (‘One-Eyed Jacks’, 1961) es un proyecto que sufrió mil cambios antes de terminar siendo lo que es: uno de los westerns más extraños jamás filmados. Su gestación partió de la novela ‘The Autentic Death of Hendry Jones’ de Charles Neider, obra que en realidad hacía referencia sobre las andanzas de Billy el Niño. El primer guión fue escrito nada más y nada menos que por Sam Peckinpah, por aquel entonces un completo desconocido en el mundo del cine, aunque no en el de la televisión. Como director hizo acto de presencia Stanley Kubrick que ni corto ni perezoso echó al futuro director de ‘Grupo salvaje’, quien en años posteriores reconoció dos secuencias del film como suyas. En 1973, Peckinpah hizo ‘Pat Garret y Billy the Kid’, donde curiosamente rescató a dos de los actores secundarios de ‘El rostro impenetrable’.
Pero Kubrick no pudo terminar la película porque chocó de narices con alguien cuyo ego y narcisismo superaban con creces a los del director de ‘Senderos de gloria’: Marlon Brando, que como era el que mandaba, le dio un puntapié a Kubrick, y el mundo entero se quedó sin saber qué habría hecho éste con un western. Aun así, en el resultado final quedaron resquicios del talento de dos personalidades que darían mucho que hablar en años posteriores.


El film supone la única película de Marlon Brando como director, experiencia que no debió satisfacerle demasiado ya que no repitió detrás de las cámaras, muy probablemente por no poder hacer nada ante la imposición de la productora de que recortase el film. Sea como fuere, lo cierto es que su inexperiencia como director fue notada por todo el equipo de rodaje, que tuvo que aguantar como Brando se extendía en los días de filmación, o como se pasaba horas sentado frente al mar preparándose psicológicamente para una secuencia (los inconvenientes del Actor´s Studio). Con todo lo problemático que fue el rodaje y la postproducción, hay que decir que ‘El rostro impenetrable’ (imperdonable y casi ridículo título español) es una gran película, no exenta de fallos, pero con un poder de fascinación que aún a día de hoy sigue totalmente vigente.

 
Y es que hay algo de enigmático y atractivo en una historia que se sustenta sobre todo en un esquema clásico, la típica historia de buenos y malo, bañada de apuntes ambiguos, interpretada de forma soberbia por casi todo su reparto, y enfatizada por un Brando que, tras las cámaras, dota a la película de una extraña atmósfera que la enriquece. Uno de sus aspectos más llamativos es que está ambientada al lado del océano, todo lo contrario a la mayor parte de los westerns. Un océano que parece funcionar de catalizador de los sentimientos encontrados de Rio, quien por un lado desea cumplir su venganza, aunque sabe que eso acabará con él, o empezar una nueva vida olvidando todo rencor. Puede notarse en dicho personaje cómo Brando actor choca con Brando director; su interpretación es buena, pero queda en segundo plano ante su ofuscación cuando se filma a sí mismo. Todos los planos en los que aparece, parecen los más grandes planos jamás filmados en todos los aspectos, hasta en su intimismo resulta épico, autocomplaciente, desgarrador, contemplativo y muy confiado de sí mismo. Extraña mezcla de cualidades que representan lo mejor y lo peor de la película.
Afortunadamente, ‘El rostro impenetrable’ contiene muchas más secuencias en las que Brando no esté intentando parecer un Dios, y es precisamente el actor quien las consigue. Todo en lo que interpretando da lugar a un clarísimo divismo, resulta lo contrario a la hora de dirigir al resto del reparto. Brando deja a sus actores libres, consiguiendo éstos lo que todo actor persigue: que no se note que está interpretando, ser el personaje. Karl Malden se come enterito a su compañero de reparto, con el que ya le unían dos experiencias previas, ‘Un tranvía llamado deseo’ (‘A Streetcar Named Desire’, Elia Kazan, 1951) y ‘La ley del silencio’ (‘On the Waterfront’, Elia Kazan, 1954). Su personaje se ama y se odia al mismo tiempo, y su relación con el de Brando es de lo más conseguido del film (¿ecos de Peckinpah?) A Longworth le mueve la codicia, conseguir dinero, un estatus, y sobre todo, tener controlado un mundo en el que él es el jefe; por la contra en la larga y espléndida secuencia de la fiesta, Longworth es un ser encantador, un perfecto padre y devoto esposo, alguien dedicado a su pueblo, a su gente, y nada haría pensar que tras esa fachada (ojo, no falsa) se esconde un ser que puede ser muy despiadado. Malden en su salsa.

 
Katy Jurado, Slim Pickens, y cómo no, Ben Johnson componen inolvidables personajes, tal vez un pelín descuidados por ese excesivo recorte de metraje, pero no dañados. Rostros algunos de ellos que parecen haber nacido para pertenecer por derecho propio al género del western, sobre todo en el caso de uno de los mejores amigos de John Ford, que da vida a Bob Amory, que le propone a Rio dar un golpe en el pueblo en el que el amigo que le traicionó es el sheriff, dato con el que Amory jugará todo el tiempo en beneficio propio. Brando hace gala de una sorprendente sobriedad a la hora de filmar a sus secundarios y sus pequeñas historias, utilizando muy inteligentemente los espacios (esa casa al lado del mar, el interior del bar, etc) logrando estar muy inspirado en la planificación. Los tiroteos de la película son una lección de montaje y creación de tensión.

 
En resumen, pese a la tendencia a la auto-contemplación, la única incursión de Brando tras las cámaras es una obra a tener en cuenta, un western que subvierte el clasicismo y que nos lleva a otros territorios poco explorados, para narrarnos una historia fronteriza, violenta pero también romántica cuyas imágenes consiguen captar el interés del espectador y cuya trama no deja indiferente a nadie.
Tráiler:


Calificación: 3 de 6.

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